EL NOMBRE DE LA CONGREGACIÓN

Hermanas Marcelinas


La Congregación de las Hermanas Marcelinas debe su nombre a la hermana de San Ambrosio, obispo de Milán (Italia) en el siglo IV. Siendo huérfanos, Marcelina educó santamente a sus hermanos pequeños y fue de las primeras jóvenes que consagraron su vida a Dios poniéndose al servicio de los necesitados de su tiempo. En 1838 el beato Luis Biraghi funda la Congregación, escogiendo a esta santa como patrona para las hermanas, invitándolas a seguir su ejemplo de vida humana, cristiana y religiosa.



“Le Marcelline sono chiamate a vivere un carisma educativo, rivelatore della passione di Dio Padre per l’uomo. Le caratterizza la contemplazione di Cristo salvatore che le invia ad annunciare, in tutti gli ambiti della loro missione apostolica, la Verità del Vangelo. Esse compiono il loro servizio col metodo dell’incarnazione (il vivere con, cosi’ raccomandato dal Fondatore) con atteggiamento materno e spirito di famiglia” [25° Capitolo Generale, luglio 2010]


NUESTRA ESPIRITUALIDAD


De las Normas

76. La espiritualidad de la hermana Marcelina, o sea su vivir en el Espíritu, es cristocéntrica. El Espíritu de Cristo, así como se reveló al Beato Luis Biraghi, sostiene y anima la vida de la Marcelina, su vida de oración, la vida comunitaria, la misión.
77. La espiritualidad de la Marcelina, engendrada del carisma educativo del Beato Luis Biraghi, es una espiritualidad empapada de “sencillez y solidez”es rica de fraternidad; es misionaria, orientada hacia el otro en el deseo de engendrar “criaturas nuevas” según el espíritu de las bienaventuranzas.
78.El encuentro eucarístico y la escucha de la Palabra de Dios a imitación de María alimentan la espiritualidad de la hermana Marcelina la cual, según el estilo de la Encarnación, comparte la vida del otro, y asume con compasión su propio tiempo para sanar los “males” y restaurar la belleza de la criatura, hecha a imagen del Creador.
79. Según la síntesis indicada por el Fundador a través del icono de Marta y María, la Marcelina está llamada a devenir mujer de escucha, en constante actitud contemplativa. En la búsqueda amorosa de Jesús, vivida en el cotidiano compromiso apostólico, la hermana Marcelina unifica su vida y mora con Él en su “celda interior” en profunda comunión.


NUESTRO GLOSARIO MARCELINO

En el estilo de las Marcelinas hay una grande libertad de espíritu y de hecho no existe un modelo de educador: en efecto, aún asumiendo y compartiendo el intento común de poner al centro a la persona en su totalidad, cada uno está llamado a dar su propia y personal aportación carismática, para así hacer dinámico y siempre nuevo el acercamiento a las nuevas generaciones.

Hay pero algunos rasgos que, tomados en cuenta, crean una plataforma común y califican y caracterizan la acción educativa: es un rasgo del carácter recomendado por don Luis. Indica la serenidad del juicio, la mirada positiva sobre los hechos y las personas.

- En la bondad, el educador Marcelino, reconoce la premisa para abrir el diálogo educativo. Las características son la escucha: entendida como capacidad de acoger y “hacer penetrar en sí” las palabras del otro, con atención y sin prejuicios, la capacidad de saber responder a las llamadas aún implícitas, del otro, la disponibilidad para acompañarlo en la búsqueda, en el hacer emerger las preguntas fundamentales.

- La Presencia: “El vivir con”, indicado en la primera regla escrita por don Luis, hoy se expresa como disponibilidad cognitiva y emotiva del adulto, en el poner a disposición los recursos del conocer y del sentir. En el vivir, el educador Marcelino considera también una puntual atención entendida como capacidad receptiva intensa para el otro, de modo que alcance a individuar lascondiciones oportunas para que el otro encuentre su propio camino. Característica propia del “El vivir con”es también el saber esperar, como respeto de la maduración del otro y, como en vigilancia de los movimientos de su propio corazón.

- Tener ánimo: es una recomendación recurrente de don Luis. Es un modo de exhortar a tener valor. Es una característica del corazón que con frecuencia está unido a la esperanza. Para el educador Marcelino es la actitud con la cual se deben enfrentar los acontecimientos, las situaciones de cada día, valor que le viene del hecho de apoyarse sobre los que son los pilares de los Creyentes: la paciencia, es decir, la fuerza de permanecer firmes en los momentos de adversidad y saber esperar, aún por largo tiempo; es la certeza puesta en Jesucristo la promesa hecha por una Persona de la cual podemos fiarnos totalmente.

- Solidez: es la honestidad en el reconocer su propia situación interior, es la clara visión de sus capacidades, es el contrario de la superficialidad, del tomar todo a la ligera, es el rechazo de cualquier prejuicio, preconcebido y por lo tanto, es la libertad del corazón. Para el educador Marcelino, la solidez es índice de un serio trabajo de conocimiento de sí mismo. Si la ternura nos permite de acoger al otro, la solidez nos permite de intuir, de ver por su verdadero bien, está ligada al cultivo y al cuitado de la voluntad. Solidez expresa también la solicitud en el enfrentar su proprio deber, la capacidad de perseverar en el alcance de un objetivo válido; es la osadía, el toque que caracteriza el actuar.
Uniformidad: recomendación recurrente en la primera regla de las hermanas Marcelinas, no debemos de entenderla como homologación, sino como “caminar juntos en una misma dirección”, y perseguir juntos el mismo objetivo. Los educadores Marcelinos reconocen en la uniformidad la búsqueda de la dimensión comunitaria, del trabajo in team, el deseo de una sinergia concordancia, unión, cooperación entre consagradas y laicos, en un clima de estima y acogida recíproca, capaz de hacer emerger los dones y las potencialidades de cada uno, en vista del bien. Reconocen un camino para continuar a mantener vivo el Espíritu de familia, es decir, se empeñan en ser “personas que saben compartir en un ambiente de respeto recíproco, con un corazón grande, con una atención fraterna y materna, en la sencillez de las relaciones libres de comentarios, de sospechas y de juicios. Personas que se alimentan del mismo pan eucarístico y terreno, personas que saben vivir Betánia para vivir bien el Cenáculo y esperar cada día junto al Espíritu.”

Gozo, Estar alegres : es una dimensión del corazón que involucra a todos, determina el clima del vivir juntos, del aprender juntos, del colaborar. Don Luis parece no cansarse nunca de repetirlo. El educador Marcelino reconoce en este gozo el cuidado de su propia vida interior, la adquisición de una mirada contemplativa sobre la realidad, que enseñe a unificar, a pesar de la fragmentación en la cual estamos sumergidos, el saber, los deseos, la vida. Él tiene la certeza que la Salvación viene del Señor, y es para todos.

Sencillez: entendida también como franqueza, ingenuidad. Para don Luis esa sencillez es de entenderse como la búsqueda de las vías llanas que se contraponen, en el campo educativo, a cualquier forma de complicación. El educador Marcelino reconoce en la sencillez una característica esencial de la relación educativa: significa ponerse ante del otro con libertad de corazón, permitiéndole expresarse, mostrarse como es, incluso equivocarse…